NOVENA A SAN JOHN HENRY NEWMAN
1. Señal de la cruz
2. Lectura y reflexión del texto escrito por Newman
3. Padre Nuestro, Ave Maria y Gloria
4. Oración de la Novena
ORACION DE LA NOVENA
Padre eterno, Tú llevaste al San John Henry Newman por el camino de la luz amable de tu Verdad para que pudiera ser una luz espiritual en las tinieblas de este mundo, un elocuente predicador del Evangelio y un devoto servidor de la única Iglesia de Cristo.
Confiados en su celestial intercesión te rogamos por la siguiente intención: [pedir aquí la gracia]
Por su conocimiento de los misterios de la fe, su celo en defender las enseñanzas de la Iglesia, y su amor sacerdotal por sus hijos, atiende nuestra ferviente oración.
Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Día primero
Esto es ser uno de los pequeños de Cristo: dejarse penetrar de Su presencia para que sea nuestra vida, nuestra fuerza, nuestro mérito, nuestra esperanza, nuestra corona; llegar a ser de un modo admirable Sus miembros, los instrumentos o la forma visible, o el signo sacramental del Invisible y siempre presente Hijo de Dios, que místicamente reitera en cada uno de nosotros los actos de Su vida terrenal, Su nacimiento, consagración, ayuno, tentación, conflictos, victorias, sufrimientos, agonía pasión, muerte, resurrección y ascensión. Siendo Él todo en todos, aunque podamos tan poco por nosotros mismos, y tengamos tan escaso valor y mérito como el agua en el bautismo o el pan y el vino en la sagrada eucaristía, sin embargo, somos fuertes en el Señor y en el poder de Su fuerza. (Plain and Parochial Sermons, VI, 1)
Día segundo
Cuando confesamos a Dios sólo como Omnipotente, le conocemos en parte, pues Él es una Omnipotencia que puede al mismo tiempo envolverse en debilidad y llegar a ser cautivo de Sus propias creaturas. Tiene, si puedo hablar así, el incomprensible poder de hacerse incluso débil. Debemos conocerlo por Sus nombres, Emmanuel y Jesús, para conocerlo perfectamente …Ruboricémonos de nuestro orgullo y voluntad propia. Pongamos atención acerca de nuestra impaciencia a las providencias de Dios hacia nosotros, de nuestros anhelos caprichosos tras lo que no puede ser, de nuestros esfuerzos testarudos para revertir Sus justos decretos, de nuestros conflictos con las duras necesidades que nos cercan, de nuestra irritación por la ignorancia o el suspenso acerca de Su voluntad, de nuestra feroz y apasionada testarudez cuando vemos esa voluntad tan claramente, de nuestro deprecio arrogante de Sus mandatos, de nuestra determinación a hacer las cosas sin Él, de preferir nuestra razón a Su palabra, de las muchas, muchas formas en que el viejo Adán se muestra, y una u otra que nuestra conciencia nos dice que es propia. Y recémosle a Él, que es independiente de todos nosotros, pero que se hizo nuestro compañero y nuestro siervo, para que nos enseñe nuestro lugar en Su vasto universo, y nos haga ambiciosos solamente de esa gracia aquí y de esa gloria futura que Él nos ha adquirido con Su propia humillación. (Sermons preached in Various Occasions, VI)
Día tercero
Debe recordarse que las ocupaciones de este mundo, aunque no son celestiales en sí mismas son, después de todo, el camino hacia el cielo, y aunque no son el fruto son la semilla de la inmortalidad, y aunque no son valiosas en sí mismas lo son por aquello a lo que conducen. Pero es difícil darse cuenta de esto. Es difícil darse cuenta de ambas verdades a la vez, y conectarlas, contemplando fijamente la vida futura pero actuando en esta…Mientras Adán fue sentenciado a trabajar como un castigo, Cristo con su venida lo ha santificado como un medio de gracia y un sacrificio de acción de gracias, un sacrificio para ser ofrecido alegremente al Padre en Su nombre… Es muy difícil conducirse entre los dos males: usar este mundo sin abusar de él, ser activo y diligente en los negocios de este mundo pero no por el mundo sino por Dios…¡Quiera Dios darnos la gracia en nuestras diversas esferas y puestos para hacer Su voluntad y embellecer Su doctrina, que ya comamos o bebamos, que ayunemos o recemos, que trabajemos con nuestras manos o con nuestras mentes, que estemos de camino o permanezcamos en reposo, podamos glorificar a Aquel que nos ha comprado con Su propia sangre! (Parochial and Plain Sermons VIII, 11)
Día cuarto
Nosotros estamos acostumbrados a decir que nada está hecho a menos que todo esté hecho. Pero los pensamientos de Dios no son nuestros pensamientos, ni sus caminos los nuestros…Estemos ciertos que unque sean muy grandes los desórdenes de la época presente, y aunque los incrédulos buscan y no encuentran, el Señor Dios de Elías aún se revela a Sí mismo al humilde, al serio de pensamiento y puro de corazón. La presencia de Cristo está aún entre nosotros, a pesar de nuestros muchos pecados y de los pecados de nuestro pueblo. “El espíritu y el poder de Elías” debe ahora estar especialmente con nosotros, pues las señales de su época están entre nosotros… ¿Qué otra cosa necesitamos sino fe en nuestra Iglesia? Con fe podemos hacer todo, sin fe, nada. Si tenemos una duda secreta acerca de ella, todo está perdido, perdemos nuestro ánimo, nuestro poder, nuestra posición, nuestraesperanza. Un frío abatimiento y enfermedad de mente, una tacañería y displicencia de espíritu, una cobardía y una pereza, nos envuelve, nos penetra, nos sofoca. Que no sea así con nosotros. Seamos de buen corazón, aceptemos la Iglesia como el don de Dios y nuestra dote. Imitemos a Eliseo, que cuando “iba por la orilla del Jordán…tomó el manto que se le había caído a Elías, y golpeó las aguas, diciendo, ‘¿Dónde está el Señor, el Dios de Elías’? (2 Re 2, 13-14). La Iglesia es como el manto de Elías, una reliquia de Aquel que ascendió a lo alto. (Sermons bearing on subjects of the day, XXIV)
Día quinto
Nuestro deber como cristianos reside en correr riesgos por la vida eterna sin la certeza absoluta de tener éxito. El éxito y la recompensa eterna la tendrán los que perseveren hasta el fin…Este es el verdadero significado de la palabra “riesgo”, pues sería un riesgo extraño el que no tuviera nada de temor, aventura, peligro, ansiedad o incertidumbre. Así es de incierto, y en esto consiste la excelencia y la nobleza de la fe. La verdadera razón por la cual la fe se distingue de las otras gracias y es honrada como el medio especial de nuestra justificación es que su presencia implica que tenemos el corazón para arriesgar… Si la fe es, entonces, la esencia de una vida cristiana, y si es lo que ahora he descrito, se sigue que nuestro deber reside en arriesgar lo que tenemos por lo que no tenemos, fundados en la palabra de Cristo. Y tenemos que hacerlo de modo noble, generoso, no con imprudencia o ligereza, sin saber con exactitud lo que estamos haciendo ni a qué renunciamos, ni tampoco lo que ganaremos, sino inciertos acerca de nuestra recompensa, del alcance de nuestro sacrificio, apoyados en Cristo en todo sentido, esperando en El, confiando en que cumplirá Su promesa y nos hará capaces de cumplir nuestros propios compromisos, y procediendo así en todo sin preocupación o ansiedad por el futuro… Arriesgamos nuestra propiedad en planes que prometen ganancia, confiamos en proyectos y tenemos fe en ellos. ¿Qué hemos arriesgado por Cristo? ¿Qué le hemos dado por creer en Su promesa? (Plain and Parochial Sermons, IV,20)
Día sexto
La pregunta es: “¿Por qué no apareció nuestro Salvador después de Su resurrección a todo el pueblo sino solo a testigos elegidos por Dios?”. Y esta es mi respuesta: “Porque era el medio más efectivo de propagar Su religión en el mundo”… Ciertamente es una característica general del proceder de Su providencia hacer que los pocos sean los canales de Sus bendiciones para los muchos…Es evidente que cada gran cambio está llevado a cabo por pocos, no por muchos, por unos pocos resolutos, inmutables y celosos…Uno o dos hombres, de pequeñas pretensiones externas, pero con sus corazones puestos en la obra, hacen grandes cosas. Están preparados, no por una súbita excitación, o por una vaga creencia general en la verdad de su causa, sino por una instrucción profundamente impresa y repetida con frecuencia; y como es de razón que es más fácil enseñar a unos pocos que a un gran número, es evidente que tales hombres siempre serán pocos…También nosotros, aunque no somos testigos directos de la Resurrección de Cristo, lo somos espiritualmente. Con un corazón despertado de entre los muertos, y con nuestros afectos puestos en el cielo, podemos dar testimonio de que Cristo vive, tan verdadera y realmente como lo hicieron ellos. El que cree en el Hijo de Dios tiene el testimonio en sí mismo. La Verdad da testimonio por sí misma de su Divino Autor. El que obedece a Dios conscientemente y vive santamente, fuerza a todos los que le rodean a creer y temblar ante el poder invisible de Cristo. Por cierto, no da testimonio a todo el mundo, pues son pocos los que pueden verlo lo suficientemente cerca como para ser conmovidos por su manera de vivir. Él manifiesta la Verdad a sus vecinos en proporción al conocimiento que tienen de él, y algunos de ellos, con la bendición de Dios, recogen el fuego santo, lo aprecian, y lo trasmiten a su vez. Y de este modo, en un mundo oscuro, la Verdad hace su camino a pesar de la oscuridad, yendo de mano en mano. (Parochial and Plain Sermons I, 22)
Día séptimo
Estad seguros, hermanos, que cualquiera de vosotros que esté persuadido de abandonar sus oraciones de la mañana y de la tarde, está entregando la armadura que lo defiende contra los ardides del Demonio. Si renunciáis a cumplir con ellas, podéis caer cada día, y lo haréis sin notarlo. Por un tiempo seguiréis adelante, pareciéndoos que estáis lo mismo que antes…Cuando hayáis dejado la práctica de la oración fija, os volveréis débiles gradualmente sin saberlo…Pensaréis ser los hombres que solíais ser, hasta que de repente llegará el adversario furiosamente, y también de repente caeréis… Los hombres dejan primero la oración personal, luego son negligentes con la observancia del día del Señor (que es un servicio fijo de la misma clase), luego dejan escapar de sus mentes la misma idea de la obediencia a una ley eterna fija, luego incluso se permiten cosas que su conciencia condena, luego pierden la dirección de la conciencia, que siendo maltratada, rehúsa finalmente dirigirlos a ellos….Fijad vuestro corazón en las cosas elevadas, permitid que vuestros pensamientos de la mañana y de la noche sean puntos de descanso para el ojo de vuestra mente, y dejad que sean acerca de la senda angosta, de la bendición del cielo, de la gloria y el poder de Cristo vuestro Salvador…Los hombres en general no sabrán nada de todo esto, no serán testigos de vuestras oraciones personales y os confundirán con la multitud que ellos aceptan. Pero vuestros amigos y conocidos obtendrán una luz y un consuelo de vuestro ejemplo, verán vuestras buenas obras y serán inducidos a rastrear hasta su verdadera fuente secreta: las influencias del Espíritu Santo, buscadas y obtenidas por la oración. (Plain and Parochial Sermons I, 19)
Día octavo
El gran fin que Nuestro Señor tenía en vista al asumir nuestra naturaleza, era hacer santas a las creaturas llenas de pecado, y que nadie que no sea santo será aceptado por Su amor en el último día. Toda la historia de la redención, el testamento de la misericordia en todas sus partes y provisiones, atestigua la necesidad de la santidad en orden a nuestra salvación…Si un hombre sin religión, suponiendo que fuese posible, fuera admitido en el cielo, sin duda alguna, soportaría una gran desilusión. Antes, por cierto, imaginó que podría ser feliz allí, pero al llegar, no encontraría sino aquel discurso que evitó en la tierra, aquellas ocupaciones que aborrecía o despreciaba, nada que lo limitara a buscar algo más en el universo, y lo hiciera sentir en casa, nada en lo cual pueda entrar y descansar. Se vería a sí mismo como un ser aislado y apartado por el Poder Supremo de aquellos objetos que aún se entrelazan alrededor de su corazón. Y no sólo eso. Estaría en la presencia de ese Supremo Poder, a quien invariablemente nunca trajo a su pensamiento cuando estaba en la tierra, a quien ahora consideraría sólo como el destructor de todo lo que era precioso y querido para él. ¡Ah!, no podría soportar el rostro del Dios Viviente. El Dios Santo no sería objeto de gozo para él….Nadie más que el santo puede mirar al Santo. Sin santidad ningún hombre puede soportar ver al Señor…Si quisiéramos imaginar un castigo para alguien no santo, un alma réproba, no se nos podría antojar quizás uno mayor que convocarla al cielo. El cielo sería el infierno para un hombre irreligioso…Dios no puede cambiar Su naturaleza. Santo es por siempre, y mientras es Santo, ninguna alma no santa puede ser feliz en el cielo. (Plain and Parochial Sermons, I,1)
Día noveno
¿Qué es vigilar aguardando a Cristo?…“Simón, ¿duermes?, ¿no has podido velar ni siquiera una hora?” (Mc 14,37)…Esto es vigilar: apartarse de lo que es presente y vivir en lo que es invisible, vivir pensando en Cristo, cómo vino una vez y cómo vendrá nuevamente, y desear su segunda venida desde nuestro recuerdo afectuoso y agradecido de la primera. Pero hay quienes no vigilan, por amor al mundo…Sirven a Dios y le buscan, pero miran al mundo presente como si fuera eterno, no una escena meramente temporaria de sus obligaciones y privilegios, y nunca contemplan la perspectiva de ser separados de él… Pueden mejorar en la conducta pero no en el anhelo. Avanzan pero no suben, se mueven en un nivel bajo y si pudieran moverse así durante siglos, no se levantarían por encima de la atmósfera de este mundo…Se sienten muy bien como están, y desean servir a Dios como están. Están satisfechos con permanecer en la tierra, no desean moverse, no desean cambiar…Los años pasan silenciosamente y la llegada de Cristo está cada vez más cerca de lo que estaba…Hermanos, rogadle que os dé un corazón para buscarlo con sinceridad. Rezadle para que os haga vivir seriamente…Decidid no vivir más engañados por “sombras de religión”, por palabras, por discusiones, por nociones, por grandes declaraciones, por excusas, o por las promesas o amenazas del mundo. Rezad para que os dé lo que la Escritura llama “un corazón honesto y bueno”, o “un corazón perfecto”, y sin esperar, comenzad inmediatamente a obedecerle con el mejor corazón que tengáis…Tenéis que buscar Su rostro…¡Que esta sea la porción de cada uno de nosotros! Es duro alcanzarla, pero es lamentable perderla. La vida es corta, la muerte es cierta, y el mundo venidero es eterno. (Plain and Parochial Sermons, VI, 17)