1. El origen
Ubiquémonos en 1879. El Papa León XIII ha ofrecido el capelo cardenalicio a Newman, que viaja a Roma para recibirlo. Estando allí a pocos días del gran evento se pone a pensar en el lema para su escudo cardenalicio. No era obispo, sino un simple sacerdote, de modo que no tenía un lema episcopal anterior. Y entonces piensa en las palabras cor ad cor loquitur, “el corazón habla al corazón”.Parece que Newman nunca explicó la elección de este lema. Aquí intentaremos descubrir su origen y su significado a partir de lo que él mismo había escrito en su vida anterior al cardenalato.
Newman escribió desde Roma al Oratorio de Birmingham, para pedirle a uno de su comunidad que averiguara si las palabras ‘cor ad cor loquitur’ se encontraban en la versión Vulgata de la Biblia o en la Imitación de Cristo de Tomás de Kempis. Es evidente que había olvidado su origen. Pero lo cierto es que las había citado 24 años antes, en 1855, siendo fundador y rector de la Universidad Católica de Irlanda, en su obra Idea de una Universidad, y allí había dicho que son palabras de San Francisco de Sales. De todos modos, aunque olvidara su origen no olvidó las palabras, que ciertamente había guardado en su memoria, y que afloraban en el momento decisivo de querer expresar su vida y pensamiento. Y debemos decir que lo logró de modo extraordinario.
Por otra parte, se hace también evidente que había mucho en común entre él y San Francisco de Sales. En efecto, si vamos al Oratorio de Birmingham y entramos a su escritorio, que usó durante toda su vida católica, allí mismo, detrás de una división que oculta el altar privado, sobre la pared del altar puso un cuadro de San Francisco de Sales. Desde que fue Cardenal tuvo ese altar privado, y colocar allí la imagen del Santo corrobora su devoción al mismo y también el vínculo con el lema que inauguraba su nueva dignidad en la Iglesia.
Veamos ahora la frase en la Idea de una Universidad. Está en el capítulo titulado “Predicación universitaria”[1]. Allí Newman considera qué es lo que haría bueno a un sermón predicado en una universidad. Al comienzo del segundo párrafo escribe:
“Queda claro de inmediato que el objeto del predicador es el bien espiritual de los que le escuchan.“Finis praedicanti sit ut vitam (justitiae) habeant homines, et abundantius habeant”, dice San Francisco de Sales. “El propósito de la predicación es que los hombres tengan vida, y la tengan en abundancia”.
Newman prosigue luego insistiendo en que, más importante que cualquiera de las habilidades naturales que ayudan a ser un buen predicador, es tener una intensa conciencia de este propósito.
“La misma presencia de una simple sinceridad [2] es aun en sí misma un instrumento natural poderoso para lograr eso hacia lo cual se dirige. La sinceridad crea sinceridad en otros por simpatía, y cuanto más un predicador se pierde y se olvida de sí tanto más gana a sus hermanos. Y esto no carece de fuerza lógica, porque lo que es suficientemente poderoso para absorber y poseer a un predicador, reclama, al menos prima facie, la atención de los que le escuchan. Por otro lado, cualquier cosa que interfiere con esta sinceridad, o que indica su ausencia, es más cierto aún que desafiará la fuerza del argumento más lógico expresado en el lenguaje más elegante. De aquí que el gran filósofo de la antigüedad, hablando en su Tratado sobre Retórica, de los distintas clases de persuasión que se consiguen en ese Arte, considera que la más autorizada de ellas es la que viene de los rasgos personales de naturaleza ética que son evidentes en el orador, pues son cognoscibles por todos los hombres, y el sentido común del mundo decide que es más seguro, cuando es posible, entregarse al juicio de hombres de carácter que a cualquier consideración dirigida meramente a los sentimientos o a la razón… Talento, lógica, estudios, palabras, maneras, voz, acción, todo se requiere para la perfección de un predicador, pero ‘una sola cosa es necesaria’: una intensa percepción y aprecio del fin para el cual predica, que es ser el ministro de algún bien espiritual concreto para aquellos que lo escuchan. ¿Quién podría desear ser más elocuente, más poderoso, más exitoso que el Maestro de las Naciones, y sin embargo quién es más fervoroso, más natural, más desafectado, más olvidado de sí que El?”
Y sigue explicando:
“Nada llegará a ser verdaderamente fervoroso buscando directamente el fervor, sino meditando en los motivos y bebiendo en las fuentes del fervor…Sentarse a escribir para el púlpito con la resolución de ser elocuente es un impedimento para la persuasión, pero determinarse a ser fervoroso es absolutamente fatal para ello. Aquel que tiene ante los ojos de su mente las cuatro postrimerías, tendrá el verdadero fervor, el horror o el éxtasis de quien es testigo de una conflagración o discierne alguna perspectiva rica y sublime. Su rostro, sus modales, su voz, hablan por él en proporción a lo vívida y minuciosa que haya sido su visión…”
En este contexto del anhelo sincero por el bien espiritual de los que escuchan y en la contemplación de aquello que predica, es donde Newman ubica la larga cita de San Francisco de Sales que incluye la frase que, un poco alterada, se convertirá en el lema “el corazón habla al corazón”:
“Es esta sinceridad fervorosa de orden sobrenatural la elocuencia de los santos, y no sólo de los santos, sino de todos los predicadores cristianos, de acuerdo a la medida de su fe y de su amor. Como el caso sería el de alguien que ha visto realmente lo que relata, el mensajero de las noticias del mundo invisible serán también, por la naturaleza de las cosas, ya vehemente o calmo, triste o exultante, siempre simple, grave, enfático y perentorio; y todo esto, no porque se ha propuesto ser así, sino porque ciertas convicciones intelectuales traen consigo ciertas manifestaciones externas. San Francisco de Sales es pleno y claro en este punto. Dice que… “Artificium summum erit, nullum habere artificium. Inflammata sint verba, non clamoribus gesticulationibusque immodicis, sed interiore affectione. De corde plus quàm de ore proficiscantur.Quantumvis ore dixerimus, sanè cor cordi loquitur, lingua non nisi aures pulsat.»
Newman cita una transcripción latina de la carta de San Francisco de Sales al Arzobispo de Bourges, del 5 de octubre de 1604, acerca de la predicación: “On a beau dire, mais le coeur parle au coeur, et la langue ne parle qu’aux oreilles”[3]. La traducción de todo el párrafo sería:
“El soberano artificio es que no haya artificio. Es necesario que nuestras palabras sean inflamadas, no por los clamores y los gestos desmesurados, sino por el afecto interior. Es necesario que salgan más del corazón que de la boca. Por más que hablemos con la boca, ciertamente el corazón habla al corazón, y la lengua no habla más que a las orejas.”
También hay otros textos de S. Francisco de Sales que dicen cosas análogas, aunque no son el que cita Newman. Por ejemplo, en una carta a Santa Juana de Chantal del 24 de junio de 1604: “…je desire vous parler coeur a coeur”. “Quiero que usted hable de corazón a corazón”.[4] O este texto del “Tratado del Amor de Dios”: “Ciertamente, en la Teología mística el principal ejercicio es hablar con Dios y oírle hablar en lo íntimo del corazón; y porque esta conversación se hace por medio de secretísimas aspiraciones e inspiraciones, la llamamos coloquio de silencio: los ojos hablan a los ojos y el corazón al corazón, y nadie entiende lo que se habla más que los sagrados amantes que hablan”. [5]
De acuerdo a Wilfrid Ward, el primer biógrafo de Newman, eligió el lema porque resumía su misión de mover los corazones. Continúa insistiendo Newman sobre el Cor ad Cor:
“Mi segunda observación es que el deber del predicador es aspirar a impartir en otros, no cualquier beneficio fortuito o impremeditado, sino algún bien espiritual determinado. Es aquí donde el propósito y el estudio encuentran su lugar; cuanto más exacto y preciso sea el tema que trata, tanto más impresionante y práctico será él, porque nadie podrá llevarse mucho de un discurso que trata sobre la cuestión general de la virtud, o trata vagamente la cuestión de lo deseable que es llegar al cielo, o la imprudencia de incurrir en la ruina eterna. Así como una imagen precisa ante la mente hace fervoroso al predicador, así le dará algo que vale la pena comunicar a otros. La mera simpatía, es verdad, es capaz de transmitir una emoción o sentimiento de una mente a otra, pero no es capaz de fijarla allí. El predicador debe aspirar a imprimir sobre el corazón lo que nunca olvidará, y esto no lo puede hacer a menos que se ocupe en algún tema definido, que tiene que dominar y ponderar, y entonces, como si fuera, entregarlo a otros”.
Es decir, que al encontrar el origen del lema en este discurso universitario sobre la predicación, ya hemos hallado algo del significado que Newman (y Sales) le daban. Pero podemos ahondar más en ello.
2. El significado bíblico y teológico
Cor ad Cor loquitur resume de manera admirable una característica fundamental de su pensamiento y de su vida, que podríamos llamar personalismo.El lema contiene en sí mismo la realidad de un Dios Personal que nos ama, la realidad de Jesucristo que nos salva desde el corazón abierto en la cruz, la realidad de la Iglesia como Comunión de los Santos, la realidad de la amistad cristiana, la realidad de lo que brota del corazón humano, como entiende esta expresión la Biblia, la comprensión que tuvo él como pastor del corazón humano, de sus miserias y de sus grandezas, la capacidad para llegar a él en sus sermones dominicales, su labor docente con niños y jóvenes. Vayamos por partes.
En Newman encontramos una verdadera teología del corazón, que, en primer término, está en consonancia con la “cardiología bíblica” tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. El corazón es, por un lado, el órgano del cuerpo: “siento palpitar mi corazón, me abandonan las fuerzas, y me falta hasta la luz de los ojos” (Sal 38,11). Pero también está usado en sentido figurado, como centro de la vida espiritual y anímica, del interior del hombre, la fuente misma de su personalidad consciente, inteligente y libre. Dios ha dado a los hombres “un corazón para pensar” (Ecclo 17,6). Designa a veces la totalidad de la persona: “Mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo” (Sal 83,3). Es el lugar de los sentimientos: del dolor, de la alegría, de la tranquilidad, o de la excitación: “Mi carne y mi corazón desfallecen, pero Dios es la fortaleza de mi corazón y mi porción para siempre” (Sal 73,26). “Sed fuertes y valiente de corazón los que esperáis en el Señor” (Sal 31,25). Para hallar a Dios hay que “buscarlo con todo el corazón” (Dt 6,5). El corazón es la sede de las decisiones, de la veneración a Dios o del endurecimiento que aparta de Él: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mi” (Is 29,31). El corazón es algo misterioso, “¿quién lo entenderá?” (Jer 17,9). Y esto es por el pecado que ha entrado en él. Se trata del corazón obstinado o caprichoso: “Han seguido la inclinación de su mal corazón” (Jer 7,24). Por eso, el salmo suplica: “Oh Dios, crea en mí un corazón puro” (Sal 50,12). Hay 26 textos donde el Antiguo Testamento habla del corazón de Dios, de su dolor por el pecado del hombre. Por eso dice finalmente: “Yo os daré un corazón nuevo…quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne” (Ez 36,25), y también: “Pondré mi Ley en su interior y sobre sus corazones la escribiré” (Jer 31,33). Es la promesa de la Ley nueva, la ley del Espíritu, de la gracia de Cristo. Jesús enseñará que “del corazón provienen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios…: esto es lo que hace impuro al hombre” (Mt 15, 19s). Y reafirma el primer mandamiento: “Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente” (Mt 22,37). Y es Él el ejemplo vivo que hay que imitar: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11,29). San Pablo seguirá esta cardiología refiriéndola a la fe como adhesión del corazón: “Si tu corazón cree que Dios lo ha resucitado de los muertos, serás salvo. Porque la fe del corazón obtiene la justicia” (Rom 10,9). Finalmente, “La paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarda nuestros corazones” (Fil 4,7)
En segundo lugar, es a San Agustín, que se inspira en esta teología bíblica del corazón, a quien Newman siguió de cerca. De hecho, las Confesiones y la Apología pro vita sua son autobiografías de un corazón creyente. En San Agustín, es en el corazón donde sucede el nacimiento del Logos divino en el hombre, por lo cual dice: “redeamus ad cor, ut inveniamus Eum”(regresemos al corazón, para encontrarLe). La inspiración agustiniana de Newman está en sus mismos sermones. La famosa frase “nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en Ti”, tiene su equivalente newmaniano:
“Sólo es suficiente para el corazón Aquel que lo creó”. [6]
Sus exhortaciones en los sermones apelan siempre al corazón en ese sentido bíblico y agustiniano:
“Vigila, reza, medita…Dale libremente tu tiempo a tu Señor y Salvador, si lo tienes, y si tienes poco, muestra tu sentido del privilegio dándole ese poco…Muestra que tu corazón y tus deseos, que tu vida está con tu Dios…prueba que eres Suyo y que tu corazón ha ascendido con Él.” [7]
Parece incluso identificar corazón y conciencia cuando se pregunta:
“¿Qué es tener una buena conciencia…sino acordarnos siempre de Dios en nuestros corazones, tener nuestros corazones en un estado que nos lleve a levantar los ojos hacia Él, y desear que Sus ojos nos miren a lo largo del día? “ [8]
Ya católico y con 71 años dice en una carta:
“Por eso vemos a esas multitudes…que abandonan completamente la religión. No tienen impresa en sus corazones la vida de nuestro Señor y Salvador tal como nos la dan los evangelistas. Creen sólo con el intelecto, no con el corazón.” [9]
Con gran énfasis se refirió el papa Benedicto XVI al lema cuando beatificó a John Henry Newman en Inglaterra en el 2010. De hecho, lo eligió como lema de su propia visita al Reino Unido, y dijo: “El lema del Cardenal Newman, cor ad cor loquitur, “el corazón habla al corazón”, nos da la perspectiva desu comprensión de la vida cristiana como una llamada a la santidad, experimentada como el deseo profundo del corazón humano de entrar en comunión íntima con el Corazón de Dios”.[10]
Aquí hay que señalar que el lema está expresando un diálogo de Amor pero en la Verdad. Y en Newman “corazón” nunca está entendido como centro de puros sentimientos. Desde su conversión juvenil a los 15 años, Newman se apartó de la religiosidad que promovía el evangelismo, de talante emotivo y antidogmático. Por el contrario, afirmó con claridad una fe basada en la Verdad de la Revelación de Dios, expresada en lenguaje humano, y enseñada luego por la Iglesia en el lenguaje del Credo. Este principio dogmático, que Newman coloca a la cabeza de los principios característicos del cristianismo en su Ensayo sobre el desarrollo de 1845, no contradice el principio del corazón, porque la fe es para Newman un acto a la vez intelectual y volitivo, que incluye una inclinación de amor hacia el Testigo que revela la Verdad. “Creemos porque amamos”,frase de uno de sus Sermones Universitarios[11], manifiesta que la fe es cuestión del corazón tanto como de la razón. Por eso, en otro sermón de esta serie, describe la erosión paulatina de la fe que sufre el joven que se va dejando impregnar de los puntos de vista profanos, hasta imaginar que conserva la fe porque la ha reducido a su esqueleto:
“Hay algunos que, manteniendo su fe en lo principal, pierden la noción de su importancia. Cuando descubren que muchas personas no estarán de acuerdo entre sí sobre puntos de doctrina y disciplina, imaginan que la unión debe efectuarse en las condiciones que sean; consienten en abandonar artículos de fe que son básicos para la comunión cristiana e intentan realizar lo que denominan una unión de corazones, como vínculo de comunión entre los que difieren en las nociones de un Dios, un Señor, un Espíritu, un bautismo y un cuerpo…”[12]
Esta “unión de corazones”desprovista del contenido de la fe, es decir de la Verdad, no es lo que Newman quiere expresar en su lema. Por el contrario, habla del “amor a la Verdad”, que es Cristo mismo. Se trata de una unión cordial y verdadera con Él. “Parece que hay ‘necesidad’ del Credo en estos tiempos peligrosos”, dice en uno de los Tractos del Movimiento de Oxford[13], e insiste en lo mismo en uno de los Sermones parroquiales:
“El mundo religioso piensa poco adónde le conducen sus opiniones, y no descubre que está adorando un mero nombre abstracto o una vaga creación de la mente en vez del Hijo siempre vivo, hasta que la defección de sus miembros le conmueve, y le enseña que la así llamada religión del corazón, sin ortodoxia ni doctrina, no es sino el calor de un cadáver, real por un tiempo, pero cierto a desaparecer”. [14]
3. El significado orante
Esta unión cor ad cor con Dios se expresa en la vida orante del cristiano. La experiencia de oración en Newman arranca de su primera conversión a los 15 años, que resume con estas palabras:
“Descansar en el pensamiento de dos y sólo dos seres absoluta y luminosamente autoevidentes: yo y mi Creador.”[15]
No era una percepción subjetivista o solipsista, porque en ella quedaba abierto al misterio trascendente de Dios. Había encontrado al Dios personal de la Revelación, que le hace decir:
“De no ser por esta voz que tan claramente habla a mi conciencia y a mi corazón, cuando miro a este mundo yo sería ateo, panteísta o politeísta.”[16]
Ya católico seguirá expresando esta convicción religiosa profunda. Dice en la meditación Dios y el alma:
“Tú sólo, mi amado Señor, eres el alimento para la eternidad, Tu sólo. Tú sólo puedes satisfacer el alma del hombre. La eternidad sería miseria sin Ti, aun cuando no infligieras ningún castigo. Verte, mirarte, contemplarte, sólo esto es inagotable… Despiértame de la pereza y de la frialdad, y hazme desearte con todo mi corazón. Enséñame a amar la meditación, la lectura sagrada y la oración. Enséñame a amar aquello que ocupará mi mente por toda la eternidad. “[17]
Su oración a Dios incluía como rasgo esencial la intercesión por otros, con intenciones concretas y personales. De modo el cor ad cor con la caridad divina pasaba a la memoria cordial de sus hermanos. Las de la semana para su oración personal en 1824, eran estas para el jueves, copiada tal cual en su posterior libreta de Misa, con la comprensible omisión de “romanistas”:
“Intercesión por el rebaño de San Clemente, clérigos disidentes, romanistas, aquellos sin religión, piadosos, rector, capilleros y otros oficios, enfermos, ancianos, jóvenes, mujeres que trabajan con niños, ricos y pobres, escuelas, que la iglesia pueda ser reconstruida y bien, por la unidad, por la extensión de la religiosidad.”[18]
La oración personal de Newman tuvo, desde su vida anglicana, el punto máximo en la celebración litúrgica eucarística, ya que creyó tempranamente en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. Así recuerda sus celebraciones anglicanas, un año después de la conversión:
“Cuando estaba en la celebración eucarística de la mañana en St. Mary (así lo señalo pues estoy apelando a mi memoria claramente) tenía un sentido absoluto y sobrecogedor de la Presencia Real.” [19]
Y esta convicción le movía a predicar frecuentemente sobre la Eucaristía, terminando con este tipo de súplica orante:
“Pidámosle que nos de tal visión real y vívida de la bienaventurada doctrina de la Encarnación del Hijo de Dios, de Su nacimiento de una Virgen, de su muerte expiatoria, y de su resurrección, que podamos desear que la Santa Comunión sea el tipo efectivo de esa bondadosa economía…Pidámosle que nos dé el verdadero anhelo de Él, la sed de Su presencia, la ansiedad por encontrarle, el gozo por escuchar que ha sido hallado, aún ahora, bajo el velo de las cosas sensibles, y la buena esperanza de que nosotros le encontraremos allí.” [20]
Consideraba la Eucaristía el sacramento propio de la espera entre la Ascensión y la Parusía, y por lo tanto el cor ad cor más adecuado para preparar ese encuentro final.
“Si os sentís perturbados interiormente y confundidos, y encontráis difícil fijar la mente en las cosas invisibles y esperar la llegada de Cristo que sabéis que debéis esperar, considerad entonces si a lo mejor esto no viene por haber descuidado ese santo mandato de anunciar la muerte del Señor ‘hasta’ que vuelva. Hay pocas personas que se acercan a ese santo sacramento con la frecuencia que debieran, y si no sienten afecto por Cristo que se pregunten si elevan sus corazones al Señor en esa celebración en la que son efectivamente capacitados para elevarlos. Ese sacramento es el sacramento de la esperanza. Se entiende como un sostén hasta que el Señor venga”. [21]
Como desarrollo de esta devoción personal eucarística, el gran hallazgo después de su conversión fue elsagrario. Le dice por carta a su amigo Wilberforce, que se convertiría más tarde:
“Estoy escribiendo desde la habitación contigua a la Capilla. Es una bendición tan incomprensible tener a Cristo corporalmente presente en la propia casa, dentro de los propios muros, que hace desaparecer todos los demás privilegios y destruye, o debería destruir, todo dolor. Saber que está cerca, poder una y otra vez ir a Él a lo largo del día. Estad seguro, mi querido Wilberforce, que cuando estoy en Su Presencia no eres olvidado. Ciertamente, donde está el Santísimo Sacramento es ‘el’ lugar para la intercesión.”[22]
Durante la celebración de la Eucaristía y delante del sagrario Newman vivió la mayor intensidad del cor ad cor con Jesús. Y eso mismo fue lo que aconsejaba a sus dirigidos:
“En cuanto a mí mismo, y a muchos otros, la Presencia de nuestro Señor en el Santísimo Sacramento es el alivio y la consolación para todos los problemas de los asuntos eclesiásticos. Deseo que usted pueda hacer suya esta consolación. ¿Qué puedo hacer mejor sino decirle que vaya a Él que es nuestra Vida y nuestra Fuerza, que puede hacer todo por usted, que la ama y que desea su amor? ¿Qué puede dañarla, si pone sus esperanzas, deseos, dudas y dificultades en Sus manos, si pone sus pensamientos para que Él los guarde, y le ruega para conformar su corazón al Suyo, y su voluntad a la Suya? Él puede hacer concesiones que nadie puede hacer, y darle la fuerza, la iluminación y la paz, que el mundo no puede dar.”[23]
4. El significado apostólico
El lema que nos habla del diálogo entre el hombre y Dios, nos habla a la vez del diálogo entre los hombres, especialmente entre el cristiano y los hombres de su tiempo. Es decir, nos habla de la trasmisión de la Verdad en el mundo, que sigue la dinámica de la predicación y del ejemplo vivo de los cristianos. El Evangelio pide una trasmisión de corazón a corazón, es decir, de persona a persona. Recordemos que Newman extrae el lema de una carta de San Francisco de Sales sobre la predicación, y lo cita en un discurso suyo sobre el mismo tema. Newman insiste en la transmisión personal de la Verdad,del Credo vivido, de la vida santa del que habla de Dios, es decir, de la necesidad de un fuerte personalismo. De cara al racionalismo de su época, no duda en afirmar que
“el rechazo del cristianismo brota de una falta del corazón, no del intelecto[24].
Entonces se comprende su insistencia en el personalismo que impregnó su vida sacerdotal y docente. Dice en su Gramática del asentimiento:
“Al corazón se llega comúnmente no por la razón, sino por la imaginación, por las impresiones directas, por el testimonio de hechos y de sucesos, por la historia, por la descripción. Las personas nos influencian, las voces nos hacen derretir, las miradas nos subyugan, los hechos nos inflaman.[25]
En la Apologia pro vita sua, su autobiografía hasta la conversión, se pasa hablando de personas que han influido en él, algunas visibles y cercanas, otras alejadas en el tiempo, como los Padres de la Iglesia. Comprendió que la estrategia divina había sido así: elegir a alguno para que fuera su mensajero, los profetas del Antiguo Testamento y los Apóstoles del Nuevo. La fe había sido siempre creer “algo” a “alguien”, una entrega personal al testigo. Esto lo expresó como anglicano en un célebre sermón, La influencia personal como medio de propagar la Verdad[26], que marcó el comienzo del Movimiento de Oxford.
“La Verdad se ha aceptado en el mundo no por su carácter de sistema, ni por los libros, de por la argumentación, ni por el poder temporal que la apoyaba, sino por la influencia personal de quienes testificaron, tal como lo he explicado, siendo a la vez maestros y modelos de la misma. Los hombres se deciden, con pocas dificultades, a mofarse de los principios, a ridiculizar los libros, a reírse del nombre de los buenos; pero no pueden soportar la presencia de éstos. Es la santidad revestida de forma personal la que no pueden abatir, mirándola fijamente cara a cara…La conducta práctica de una persona religiosa es algo que les supera por completo…Será difícil valorar debidamente la fuerza moral que puede adquirir dentro de su círculo, al cabo de los años, un solo individuo ejercitado en la práctica de lo que enseña…El atractivo de la santidad humilde tiene un carácter de irresistible urgencia.”
Y más adelante agrega:
“Debemos sentirnos conformes con la suerte más humilde y más oscura,…que en ella podemos ser los instrumentos de un bien muy grande, que casi en ninguna situación se puede ser instrumento directo de bien para nadie, fuera de los que personalmente nos conocen, los cuales no pasan nunca de un círculo reducido…”
Luego dice que esta influencia personal queda reducida a veces a un solo testigo de la Verdad, y habla de San Atanasio: “Estos hombres son puestos como el profeta en su atalaya, y encienden sus faros en las cumbres”.Por supuesto, la clave del sermón son las virtudes personales del Maestro de la Verdad. En Jesús tenemos la revelación más perfecta de la Verdad, y al mismo tiempo la influencia personal más perfecta Cor ad cor.
Pero Newman no solo hablaba sino que encarnaba esta concepción personalista, palpable en sus primeros años de sacerdote anglicano y en su actividad en el Movimiento de Oxford. Palmer, uno del Movimiento, soñaba con una comisión, con reglamento y reuniones. Pero Newman decía:
“Los movimientos vivos no nacen de comisiones, ni las grandes ideas operan por correo, sino en la fuerza de la influencia personal y de la congenialidad de pensamiento cuando se trata de sentar una teoría religiosa, condición que Froude y yo considerábamos esencial para lograr verdadero éxito en la resistencia al liberalismo…Ninguna gran obra ha nacido de un sistema; los sistemas, en cambio, surgen de esfuerzos individuales…Tal es el curso de las cosas: promovemos la verdad por el sacrificio de nosotros mismos….Yo había comenzado por mi cuenta y riesgo a publicar los tracts, que representaban el principio contrario, el de la personalidad”. [27]
Y los repartía a caballo para llevarlos a los curas rurales. Es decir, Cor ad Cor. A través de los años siguió con esta firme convicción y dice en un sermón de su época católica:
“Como Dios nos anuncia la verdad no con su propia voz sino por la palabra de sus enviados, la fe es también asentimiento a lo que un hombre declara, considerado no como hombre a secas, sino en su función de mensajero, profeta o embajador de Dios… Es decir, la fe posee dos características: es segura, firme e inalterable en su asentimiento, y lo presta no porque vea con los ojos o con la razón, sino porque recibe las nuevas de uno que viene de Dios…” [28]
5. El significado eclesial
El lema nos habla también de la Iglesia. La comunión íntima de cada uno con el Corazón de Jesús la produce el Espíritu Santo, realizando también la unión de corazones en los hijos de la Iglesia. Su teología del corazón se inspira, y a la vez se corrobora en la Iglesia como Comunión de los santos. Cor ad Cor expresa también este gran misterio, que expresa no solamente la unión entre los cristianos en la Iglesia terrena, sino con los cristianos del mundo invisible. Dice en un sermón:
“Descubrimos que no estamos solos; que otros, antes, han estado en nuestra misma condición, han tenido nuestros sentimientos, han sobrellevado nuestras pruebas, y han trabajado por el premio que estamos buscando. Nada eleva más la mente que la conciencia de ser miembro de una compañía grande y victoriosa…Un cristiano…sabe, por la Palabra de Dios, que es “ciudadano de una ciudad nada oscura” [Hech 21, 39]. Siente que la suya no es una línea advenediza sino muy antigua…Es uno de una multitud, y todos aquellos Santos de los que lee son sus hermanos en la fe. Encuentra, en la historia del pasado, una peculiar consolación que contrarresta la influencia del mundo visible…Los espíritus de los justos le dan coraje para seguirlos. Esta es la razón de que sea una característica del cristiano mirar hacia atrás, a los tiempos pasados. El hombre de este mundo vive en el presente, o especula acerca del futuro, pero la fe descansa en el pasado y está satisfecha. Hace del pasado el espejo del futuro….¡Qué mundo de simpatía y consuelo se abre a nosotros en la Comunión de los Santos!…Cristo “ha reunido los hijos de Dios que estaban dispersos” [Jn 11,52], y los ha acercado unos a otros en cada tiempo y lugar…Un viaje tedioso parece más corto cuando se va acompañado, y sean pocos y muchos los viajeros, cada uno recorre el mismo terreno…Tal es el sentimiento del cristiano hacia todos los Santos, pero está especialmente excitado por la Iglesia de Cristo y por todo lo que pertenece a ella. Pues ¿qué es la Iglesia sino la garantía y la prueba del amor y del poder de Dios que nunca muere, de edad en edad? “ [29]
O en este otro sermón:
“Jesús no dejó el mundo como lo encontró, sino que dejó una bendición detrás suyo. Dejó en el mundo lo que antes no había en él: una secreta morada para gozar de la fe y el amor…Es la Iglesia de Dios, que es el verdadero Hogar que Dios nos provee, su propia corte celeste, donde mora con los Ángeles y los Santos, en el cual nos introduce por un nuevo nacimiento.” [30]
6. El significado pastoral
Sus 20.000 cartas (que ocupan 32 volúmenes en la edición crítica) son muestra cabal del interés por personas particulares, el deseo de responder a sus necesidades, corporales y espirituales, teológicas o morales. Fue consejero de muchos. Esto solo es suficiente para darnos cuenta de su amor y dedicación por las personas, una a una. En efecto, una carta es por esencia cor ad cor. Dice en una:
“Ud. debe recordar que todos los lugares tienen sus tentaciones, incluso el claustro. Nuestro trabajo aquí es vencernos a nosotros mismos: ser sensatos con nuestras debilidades, sentirlas intensamente, es el paso necesario para vencerlas. Nunca espere estar sin ellas mientras viva. Si estas se vencen descubriría otras, porque sus ojos verían su estado real de imperfección más claramente que ahora, y también porque son en gran medida una tentación del Enemigo, y él tiene tentaciones para todo estado, para toda ocasión. Puede convertir en tentación cualquier cosa que hagamos o que no hagamos, como un hábil retórico convierte cada cosa en un argumento…Si tal es la condición de esta vida, resistirlas es también un deber, y resistirlas con éxito.” [31]
Fue un sacerdote a cargo de parroquia tanto en su vida anglicana como en la católica. Y aun siendo Cardenal permaneció simple sacerdote, pues nunca fue nombrado Obispo. En su primer destino, San Clemente de Oxford, visitó la totalidad de la parroquia casa por casa. Dice haber aprendido que
“el modo más rápido de encontrar acceso al corazón de un hombre es entrar en su casa”.
La misma actitud personal la llevaba al claustro de la Universidad.
“Y ahora, Oh Señor, estoy entrando con el nuevo año en un nuevo curso de obligaciones, es decir la tutoría. Que me ocupe en ellas con la fuerza de Cristo, recordando que soy un ministro de Dios, y tengo encomendado predicar el Evangelio, recordando el valor de las almas, y que tendré que responder por las oportunidades que se me dieron para beneficiar a aquellos bajo mi cuidado.”[32]
Su pensamiento, su oración, y su caridad pastoral, están patentes en sus Sermones. William Lockhart, futuro converso también, recuerda así su predicación: “Era para muchos de nosotros como si Dios mismo nos hubiese hablado por primera vez…Y no veo cómo pudo haber sido a menos que el que hablaba fuera él mismo un vidente, alguien que vio a Dios, y las cosas de Dios, y hablara de lo que había visto, en la penetrante, luminosa, intuición de la fe. Tenía el maravilloso poder sobrenatural de elevar la mente hacia Dios, y de implantar profundamente en nosotros una convicción personal de Dios, un sentido de Su Presencia”. Otro testigo dice: “Era un estilo siempre simple, refinado, sin pretensiones, y nada retórico, pero siempre marcado por una profundidad de sentimientos que brotaban evidentemente del corazón y de la experiencia del predicador…que parecía entrar en las mismas mentes de los que lo escuchaban”.
Dijo el Papa Benedicto al final de su homilía en la Misa de beatificación en Birmingham el 19 de septiembre del año pasado: “Prefiero concluir con una breve reflexión sobre su vida sacerdotal, como pastor de almas. Su visión del ministerio pastoral bajo el prisma de la calidez y la humanidad está expresado de manera maravillosa en otro de sus famosos sermones: “Si vuestros sacerdotes fueran ángeles, hermanos míos, ellos no podrían compartir con vosotros el dolor, sintonizar con vosotros, no podrían haber tenido compasión de vosotros, sentir ternura por vosotros y ser indulgentes con vosotros, como nosotros podemos; ellos no podrían ser ni modelos ni guías, y no te habrían llevado de tu hombre viejo a la vida nueva, como ellos, que vienen de entre nosotros” (Mix 3) Él vivió profundamente esta visión tan humana del ministerio sacerdotal en su desvelo pastoral por el pueblo de Birmingham, durante los años dedicados al Oratorio que él mismo fundó, visitando a los enfermos y a los pobres, consolando al triste, o atendiendo a los encarcelados. No sorprende que a su muerte, tantos miles de personas se agolparan en las calles mientras su cuerpo era trasladado al lugar de su sepultura, a no más de media milla de aquí. Ciento veinte años después, una gran multitud se ha congregado de nuevo para celebrar el solemne reconocimiento eclesial de la excepcional santidad de este padre de almas tan amado”.
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Todo lo dicho puede ayudarnos a comprender mejor el significado del lema de Newman. El resto del diseño del escudo muestra tres corazones con unas fajas de separación. Se han hecho interpretaciones varias, pero la realidad es que Newman adoptó sin cambios un sello que usaba su padre. De todos modos, son corazones, a los que dio un significado de gran profundidad con las palabras Cor ad Cor loquitur.
Como texto final de Newman que parece recoger esa profundidad de modo orante y personal, cor ad cor, tenemos su meditación sobre el Sagrado Corazón de Jesús[33], que forma parte del conjunto Meditaciones y Devociones que compuso para los fieles del Oratorio de Birmingham, publicadas post-morten. Cualquiera de ellas expresa esa cordialidad de Newman, pero dado el tema ésta parece ser la más apropiada. Debemos recordar que estas meditaciones son como un eco de sus sermones anglicanos, enriquecidos con el desarrollo propio de su vida católica, su larga experiencia orante, la caridad pastoral de ayudar a rezar a otros cor ad cor, y la permanente contemplación del misterio de Cristo, de modo especial, su corazón traspasado.
1. Sagrado Corazón de Jesús, Te adoro en la identidad de la personalidad de la segunda Persona de la Santísima Trinidad. Lo que pertenece a la Persona de Jesús, pertenece por ello a Dios, y debe ser adorado con la única y misma adoración que tributamos a Jesús. Él no tomó Su naturaleza humana como algo distinto y separado de Sí, sino como simple, absoluta y eternamente Suyo, de modo de ser incluido en el mismo pensamiento que tenemos de Él. Te venero, Corazón de Jesús, en cuanto eres Jesús mismo, esa Palabra Eterna, en la humana naturaleza que tomó plenamente y en la que habita plenamente, y por ello en Ti. Tú eres el Corazón del Altísimo hecho hombre. Al adorarte, adoro a mi Dios encarnado, al Emmanuel. Te adoro por soportar aquella Pasión que es mi vida, pues Tú te partiste y rompiste en la agonía, en el jardín de Getsemaní, y Tu contenido precioso se derramó, gota a gota por las venas y los poros de Tu piel, sobre la tierra. . Después, te consumiste hasta secarte sobre la cruz, y luego de morir fuiste traspasado por la lanza, ofreciendo lo poco que quedaba de ese inestimable tesoro, que es nuestra redención.
2. Mi Dios, mi Salvador, adoro Tu Sagrado Corazón, pues ese corazón es la sede y la fuente de todos Tus más tiernos afectos humanos hacia nosotros, pecadores. Es el instrumento y el órgano de Tu amor. Latió por nosotros. Suspiró por nosotros. Sintió dolor por nosotros, y por nuestra salvación. Se encendió de celo fogoso porque la gloria de Dios se manifestara en y por nosotros. Es el canal por el cual nos ha venido todo Su desbordante afecto humano, toda Su Divina Caridad hacia nosotros. Toda Su incomprensible compasión por nosotros, como Dios y Hombre, como nuestro Creador, Redentor y Juez, nos ha venido, y viene, en un único torrente, a través de ese Sagrado Corazón. Sacratísimo símbolo y Sacramento de Amor, divino y humano en su plenitud, realmente me salvaste por Tu divina fuerza, por Tu afecto humano, y finalmente por esa milagrosa sangre con la cual te derramaste.
3. Sacratísimo y muy amado Corazón de Jesús, estás oculto en la Santa Eucaristía y sufres aún por nosotros. Ahora como entonces dices desiderio desideravi, “con deseo deseé”[34]. Te venero, pues, con todo mi mejor amor y reverencia, con mi ferviente afecto, con mi mayor sumisión y la más resuelta voluntad. Dios mío, cuando condesciendes a sufrir que te reciba, te coma y te beba, y por un momento estableces Tu morada en mí, haz que mi corazón lata con el Tuyo. Purifícalo de todo lo que es terrenal, de todo lo que es orgullo y sensualidad, de todo lo que es duro y cruel, de toda perversidad, de todo desorden, de toda mortandad. Llénalo tanto de Ti, que ni los acontecimientos del momento ni las circunstancias de la época tengan poder de alterarlo, sino que en Tu amor y en Tu temor pueda hallarse en paz.
[1] Idea of a University, II, University Subjects, discussed in occasional lectures and essays, VI, University Preaching, 1855, pp. 405 ss. La frase está en p.410.
[2] earnestness, puede traducirse también como seriedad, entrega, fervor, anhelo.
[3] CCXXIX, OEA XII, p.321, edición crítica de Annecy, 1902
[4] CCXXIII, OEA XII, 282-288, edición crítica de Annecy, 1902
[5] libro VI, fin del cap. 1 (OEA IV, p.305-6)
[6] PPS V, 22, 1839.
[7] PPS VI, 15, 1837.
[8] PPS V, 22. 1839
[9] LD, XXVI, p.87, 12-5-1872.
[10] Homilía de la Misa de Beatificación. 19 de septiembre.
[11] OUS, XII.
[12] íd, p.181
[13] Tract 73, On the Introduction of Rationalistic Principles into Religion, 1. 1836; en ECH I, 30-39.
[14] PPS III,12.
[15] Apo 32.
[16] Apo
[17] MD,3.
[18] Manuscrito, Archivos del Oratorio de Birmingham, C.5.12.
[19] LD XI, 101, carta a Wilberforce, 27 de enero de 1846.
[20] PPS VI,11, 1838.
[21] MS 230 1830, y repetido hasta 1842.
[22] LD XI, 129, 26 de febrero de 1846.
[23] LD XXV, 156-157, carta a Mrs. Wilson, 3 de Julio de 1870.
[24] LD I, 214,219.
[25] GA, 107
[26] OUS, 146.
[27] Apo,
[28] Mix, X, p. 192 ss.
[29] The Visible Church an Encouragement to Faith, PPS III,17, 1834.
[30] The Church a Home for the Lonely, PPS IV, 12, 1837.
[31] LD XIV, 1850
[32] AW, 209.
[33] MD, Meditaciones sobre la doctrina cristiana, XVI
[34] “Y les dijo : Con deseo deseé comer esta Pascua con vosotros antes de padecer” (Lc 22,15).