EL MILAGRO QUE LLEVO A NEWMAN A LA BEATIFICACIÓN

agosto 10, 2020

Se trata de la curación de Jack Sullivan, diácono permanente en la Arquidiócesis de Boston, USA, el 15 de agosto de 2001. El milagro fue aprobado el 3 de julio de 2008.

Desde el 8 al 18 de noviembre del 2009, Jack Sullivan visitó Inglaterra, especialmente el Oratorio de Birmingham. En Londres relató su curación en una conferencia de prensa, junto Mons. Vincent Nichols, Arzobispo de Westminster. Dijo así:

“En el verano del año 2000 un cirujano del Boston Hospital me dijo, después de haber analizado radiografías de mi columna, que necesitaba cirugía inmediata, y que la parálisis podía ser inminente. Me dijo que mi caso era el peor que había visto en 17 años. Yo estaba muy deprimido, porque había trabajado mucho en mis clases para el diaconado, y ahora parecía que me iba a ser imposible volver a ellas. En ese momento la situación era descorazonadora. Ese mismo día, mirando por televisión el canal católico norteamericano EWTN, vi a dos sacerdotes que hablaban sobre el Cardenal Newman.

Yo sabía algo sobre Newman, no mucho, pero sabía que fue un converso, un hombre brillante,  que predicó y escribió acerca de la influencia de Dios en la vida de cada día, con sentido común, y de modo racional. Al finalizar el programa apareció un mensaje en la pantalla: ‘Si usted recibe un favor por intercesión del Cardenal Newman, escriba al Postulador de esta Causa de Canonización, al Oratorio en Hagley Road, Birmingham’.  Tomé nota de la dirección, pensando que podía haber sido la razón por la cual yo estaba mirando ese programa. Y pensé: si rezo al Cardenal Newman, él puede ayudarme. Y entonces le recé. Cuando me levanté a la mañana siguiente, no tenía ningún dolor, cualquiera fuese, estaba estático”.

            Jack permaneció libre de dolor por el resto del año, pero después hubo in deterioro de su condición y fue admitido en el hospital en agosto de 2001. Así continúa el relato:

“Durante el curso de la cirugía hubo problemas: había desaparecido el líquido protector que rodea la médula espinal. Después de la cirugía me dieron morfina y demerol. Las situación no era nada buena. Tenía la fijación de superar esta cirugía. Mis clases debían empezar el 6 de septiembre. Se me dijo que el período de recuperación duraría entre 8 y 12 meses, antes que pudiera caminar. Pero si me era posible dar el último año de clases, todo estaría perdido.

El 15 de agosto se me dijo que no podría regresar a las clases, que era humanamente imposible. Yo pensé: tengo que salir de esta cama. Estaba en agonía. La enfermera me puso hacia el costado de mi cama, y estaba inclinado sobre ella con mis antebrazos. En ese momento recé al Cardenal Newman por segunda vez: “Por favor Cardenal Newman, ayúdame a caminar para que pueda volver a las clases y ser ordenado”.

Nunca he olvidado ni un solo detalle de ese hermoso día. De repente sentí calor en todo el cuerpo, muy intenso, que duró un tiempo largo. También sentí una sensación de alegría y de paz que nunca había experimentado antes en mi vida: un sentido de la presencia de Dios, y sin poder tener un poder real sobre mí mismo. Y entonces tuve una súbita confianza de que finalmente podía caminar. Era ahora o nunca. Y lo siguiente fue que le grité a la enfermera: ‘¡no tengo más dolor!’ El dolor había desaparecido completamente. Sentí gozo total,  fuerza, y la convicción de que algo muy especial me había ocurrido, algo que había venido de una persona muy especial. Inmediatamente caminé fuera de la habitación, de arriba abajo por los corredores, con las enfermeras que me seguían diciéndome que fuera más despacio. ¡Yo estaba exultante! Miré por las ventanas al final del corredor: desde el piso al techo todo lo que puede ver fueron la parte posterior del decaído edificio Marshfield. Pero para mí eran como castillos hechos de oro. Inmediatamente después fui dado de alta, y retorné a mis clases de diaconado, ante el asombro de mis compañeros y sobre todo de mi esposa Carol.

El 14 de septiembre de 2002 fui ordenado diácono en la Catedral de la Santa Cruz en Boston. Y sin saber la fecha de mi ordenación, el Padre Paul Chavasse informó que ese mismo día los padres de el Oratorio de Birmingham habían votado para llevar mi caso a Roma, en el proceso de beatificación de su fundador, el Venerable Cardenal Newman.

Cuando pregunté a mi cirujano, uno de los más eminentes cirujanos de médula espinal en los Estados Unidos, cómo podía dar cuenta de la naturaleza de mi curación, dijo: ‘¡Jack, no hay explicación médica para lo que te ha pasado, si quieres una respuesta, pregúntale a Dios!’”.

            Luego explicó detalladamente el proceso vaticano para el reconocimiento del milagro:

“Primero, los documentos médicos, radiografías, y todos los registros disponibles son reunidos como parte del proceso diocesano. Luego, fueron entrevistadas todas las personas relevantes. Además de mí y de mi esposa Carol, fueron interrogados médicos, enfermeras, amigos, colegas del trabajo, toda una tarea. Después, todo esto fue enviado a la Congregación para la Causa de los Santos en Roma. Allí, siete médicos, expertos en sus respectivos campos, examinaron toda la evidencia y declararon unánimemente que mi curación era en verdad científicamente inexplicable. Esta fue la primera parte. Luego se debía enviar todo a la los Consultores Teólogos que estuvieron de acuerdo en que esta curación había venido ciertamente de la intercesión del Cardenal Newman. Después los Cardenales de la Congregación de los Santos aceptaron este fallo y el Papa Benedicto XVI en persona aprobó el milagro en julio de este año”.

            Luego hizo esta reflexión:

“El cielo es una realidad aún cuando es una dimensión que no podemos ver o experimentar en términos normales. El cielo es real. Yo capté algo de él, un poquito de él. La vida después de la muerte es una realidad. La evidencia está en la respuesta de Newman a mi oración. ¿Qué más evidencia necesitamos que la comunión de los santos? Están en el cielo con Dios gozando de la eterna bienaventuranza. Están allí también por nosotros. Tenemos necesidad de comunicarnos con Dios. Ellos están allí para ayudarnos. Conocen las sacudidas y las vueltas en el camino de nuestra vida. Saben lo que esta vida significa y han experimentado las dificultades que ahora tenemos.

En razón de que esta dimensión no puede verse, no tratamos de verla, somos humanos, todo lo que tenemos son nuestros sentidos. Pero cuando levantamos nuestras mentes a Dios en la oración, entonces podemos encontrarle. No somos autosuficientes. Necesitamos toda la ayuda que podamos obtener. Cada oración es escuchada, cada oración es respondida.

Dios quiere que se le rece al Cardenal Newman, que se piense en él, que sea imitado, aquí y ahora. Tengamos fe en la Providencia. Tengamos fe en la Providencia que Dios tiene reservada para nosotros. Vamos a perseverar porque sabemos que Dios nos ha prometido la salvación eterna. Dios ama a aquellos que son pobres de espíritu y que se vuelven a El con lágrimas en los ojos y le dicen: ‘Dios, por favor, estad conmigo’”.

Jack Sullivan, acompañado de su esposa Carol, estuvo en Londres, donde diaconó junto al Arzobispo de Westminster en la Catedral, y también visitó el Oratorio de la calle Brompton, donde tuvo a cargo también una exposición. Luego viajó al Oratorio de Birmingham, para concluir su visita junto al lugar mismo donde Newman vivió y murió, y también en Rednal, donde todavía estaba  sepultado. En el Oratorio tuvo una entrevista que le hizo el canal EWTN. Veneró las reliquias de Newman que están en la iglesia del Oratorio desde la exhumación. Diaconó en la Misa celebrada por el Padre Chavasse en la capilla privada de Newman. Luego fue a Littlemore, en Oxford, al lugar de la conversión, almorzó en el Trinity College y cenó en el Oriel College, terminando en una Misa en el Oratorio de Oxford, fundado en 1993.

[traducido de la Newsletter del Oratorio de Birmingham, correspondiente a Navidad y fin de año 2009-2010]

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