1. Te adoro, Dios mío, por haber establecido los fines y los medios de todas las cosas que has creado. Tú has creado cada cosa para algún fin que le es propio, y la diriges hacia ese fin. El fin que señalaste en el principio para el hombre es que Te adore y Te sirva, y su propia felicidad el hacerlo; una bendita eternidad del alma y del cuerpo contigo para siempre. Tu has provisto para esto, y lo haz hecho para cada hombre. Como Tu mano y Tu ojo están sobre las bestias creadas, así lo están sobre nosotros. Tu sustentas todas las cosas en la vida y en la acción en orden a su propio fin. Ni un solo reptil, ni un solo insecto, dejas de ver y hacerlo vivir mientras dura su tiempo. Ni un solo pecador, ni un solo idólatra, ni un solo blasfemo, ni un solo ateo vive sino por Ti, y para que pueda arrepentirse. Tú eres cuidadoso y tierno para con cada uno de los seres que has creado, como si fuera el único en todo el mundo. Porque puedes ver a cada uno de ellos a un mismo tiempo, y amas a cada uno en esta vida mortal, y sigues a cada uno por sí mismo, con toda la plenitud de Tus atributos, como si estuvieras esperando en él y atendiéndole por su propio bien. Dios mío, amo contemplarte, amor adorarte a Ti, el maravilloso hacedor de todas las cosas cada día en cada lugar.
2. Todos Tus actos de providencia son actos de amor. Si envías el mal sobre nosotros, es en el amor. Todos los males del mundo físico están previstos para el bien de Tus criaturas, o son los inevitables acompañantes que están al servicio de ese bien. Y Tú conviertes ese mal en bien. Visitas a los hombres con el mal para llevarlos al arrepentimiento, para hacer crecer su virtud, para obtenerles un bien mayor en el futuro. Nada es hecho en vano, sino que tiene su bondadoso fin. Tú castigas, pero en la ira recuerdas la misericordia. Aún cuando Tu justicia alcanza al pecador impenitente, que ha agotado Tus providencias amorosas hacia él, es misericordia para otros, para salvarlos de que los contamine, o para darles una advertencia. Reconozco con fe plena y firme, Señor, la sabiduría y la bondad de Tu Providencia, aún en Tus juicios inescrutables y Tus designios incomprensibles.
3. Dios mío, toda mi vida ha sido un camino de misericordias y bendiciones, manifestadas a uno que ha sido muy indigno de ellas. No necesito fe en cuanto a Tu providencia hacia mí, pues he tenido larga experiencia. Año tras año me has llevado, removiendo peligros en mi camino, recuperándome, restableciéndome, estimulándome, teniéndome paciencia, dirigiéndome, sustentándome. No me abandones cuando fallen mis fuerzas. Y nunca quieras abandonarme. Que pueda reposar seguramente en Ti. Pecador como soy, sin embargo, mientras sea fiel contigo, quieras Tú ser superabundantemente fiel conmigo, hasta el fin. Que pueda descansar en Tu brazo, que pueda ir a dormir en Tu seno. Dadme solamente, y haz crecer en mí, esa lealtad verdadera hacia Ti, que es el vínculo de la alianza entre Tú y yo, y la garantía en mi propio corazón y mi conciencia de que Tú, Supremo Dios, no me abandonarás a mí, el más miserable de Tus hijos.