MEDITACIONES SOBRE LAS ESTACIONES DE LA CRUZ
1860
Empezar con un acto de contrición
PRIMERA ESTACION
Jesús es condenado a muerte
V. Te adoramos, Cristo. y te bendecimos
R. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Dejando la casa de Caifás, y arrastrado ante Pilato y Herodes, burlado, golpeado y escupido, Su espalda desgarrada con azotes, Su cabeza coronada con espinas, Jesús, que en el último día juzgará al mundo, es El mismo condenado por Jueces injustos a una muerte de ignominia y tortura.
Jesús es condenado a muerte. La orden de muerte es firmada, ¿y quién la firmó sino yo, cuando cometí mi primer pecado mortal? Mi primer pecado mortal, cuando perdí el estado de gracia en el cual Tú me pusiste por el bautismo, ¡Señor!, eso fue decretar Tu muerte. El inocente sufrió por el culpable. Aquellos pecados míos eran las voces que gritaban “crucifícale”. Esa complacencia y deleite de corazón con los que los cometí eran el consentimiento que dio Pilato a la multitud clamorosa. Y la dureza de corazón que siguió después, mi disgusto, mi desesperación, mi orgullo impaciente, mi obstinada decisión de seguir pecando, el amor al pecado que tomó posesión de mi, ¿qué fueron estos sentimientos contrarios e impetuosos sino los golpes y las blasfemias con que los feroces soldados y el populacho Te recibieron, llevando así a cabo la sentencia que Pilato habla pronunciado?
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
V. Misericordia, Señor.
R. Misericordia
Que las almas de los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz
SEGUNDA ESTACION
Jesús recibe Su Cruz
V. Te adoramos, Cristo. y te bendecimos
R. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Una cruz fuerte, y por eso pesada, suficientemente fuerte para soportarlo cuando llegue al Calvario, es puesta sobre Sus hombros lastimados. El la recibe noble y mansamente, más aún, con alegría de corazón, pues tiene que ser la salvación de la humanidad.
Es verdad, pero recordemos que esa pesada Cruz es la carga de nuestros pecados. Cuando cayó sobre su cuello y hombros, fue de golpe. ¡Qué repentina y pesada carga he puesto sobre Ti, Jesús! Y, aunque en la calma y clara previsión de Tu mente, pues ves todas las cosas, estabas plenamente preparado para ello, Tu delicado cuerpo vaciló bajo ese peso cuando cayó sobre Ti. ¡Qué gran miseria es que yo haya levantado mi mano contra mi Dios!. ¡Cómo podría haber imaginado que me perdonaría!, si El mismo no nos hubiera dicho que sufría su amarga pasión para poder perdonamos. Reconozco, Jesús, en la angustia y agonía de mi corazón, que mis pecados fueron los que Te pegaron en la cara, los que magullaron Tus brazos sagrados. los que desgarraron Tu carne con varas de hierro, los que Te clavaron en la Cruz y Te dejaron morir lentamente en ella.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
V. Misericordia, Señor.
R. Misericordia
Que las almas de los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz
TERCERA ESTACION
Jesús cae por primera vez bajo la Cruz
V. Te adoramos, Cristo. y te bendecimos
R. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Jesús, agobiado bajo la carga y el tamaño de la pesada Cruz que arrastraba tras El, se pone en camino entre las burlas e insultos del gentío. Su agonía en el huerto había sido suficiente de por sí para dejarlo exhausto, pero sería sólo el primero de una multitud de sufrimientos. Se pone en marcha con todo su corazón, pero sus piernas fallan y cae.
Sí, es como me temía. Jesús, el fuerte y poderoso Señor, ha encontrado por un momento nuestros pecados mas fuertes que El, y cae. Aunque soportó un instante la carga, se tambaleó, pero la levantó y siguió caminando ¿Qué es, pues, lo que le hace tomar camino? Lo digo y lo repito, es una intimación y una memoria de ti, alma mía, de tus caídas en el pecado mortal. Me arrepentí de los pecados de mi juventud y continué bien por un tiempo, pero a la larga vino una nueva tentación cuando no estaba en guardia, y repentinamente caí. Luego, todos mis buenos hábitos parecieron irse de una vez: eran como un vestido que se quita. Así se iba la gracia de mí, rápida y totalmente. Y en ese momento miré hacia mi Señor, ¡y he aquí que El había caído! Cubrí mi rostro con las manos y quedé en un estado de gran confusión.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
V. Misericordia, Señor.
R. Misericordia
Que las almas de los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz
CUARTA ESTACION
Jesús encuentra a Su Madre
V. Te adoramos, Cristo. y te bendecimos
R. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Jesús se levanta, y aunque herido por Su caída, prosigue Su camino con la Cruz aún sobre Sus hombros. Está encorvado hacia abajo. Pero en cierto lugar, al mirar hacia arriba, ve a Su Madre. Por un Instante se vieron mutuamente, y El siguió adelante.
María hubiera preferido tener ella misma todos Sus sufrimientos, de ser esto posible, que no haberlos conocido por dejar de estar junto a El. También El fue confortado como por una brisa calmante y gratificante, al ver su triste sonrisa entre el espectáculo y los ruidos que había a Su alrededor. Ella había conocido Su belleza y Su gloria, con la lozanía de la divina inocencia y la paz sobre Su semblante. Ahora le veía tan cambiado y deforme que raramente lo hubiera reconocido, salvo por la penetrante, conmovedora, y pacificadora mirada que El le dirigió. Aún estaba arrastrando la carga de los pecados del mundo y a pesar de que era santísimo, llevaba la imagen de ellos en Su mismo rostro. Aparecía como algún desterrado o bandido que tuviera espantosos delitos. Aquél que no conoció pecado, fue hecho pecado por nosotros. Cada rasgo, cada miembro, era la expresión misma del delito, de una maldición, del castigo, de la agonía. ¡Qué encuentro aquél del Hijo y la Madre! Aunque hubo un mutuo consuelo porque había una mutua compasión, ¿olvidarán Jesús y María Su Tiempo de Pasión a través de toda la eternidad?
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
V. Misericordia, Señor.
R. Misericordia
Que las almas de los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz
QUINTA ESTACION
Simón de Cirene ayuda a Jesús a llevar la Cruz
V. Te adoramos, Cristo. y te bendecimos
R. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Al final Sus fuerzas fallan totalmente y es incapaz de proseguir. Los verdugos se quedan perplejos ¿Qué van a hacer? ¿Cómo llevarle hasta el Calvario? Pronto ven a un extraño que parece fuerte y activo, Simón de Cirene. Lo prenden y lo obligan a llevar la Cruz con Jesús. A la vista del Sufriente se conmueve el corazón del hombre. ¡Qué privilegio! ¡Qué alma feliz, elegida por Dios! El toma la parte que le es asignada con alegría.
Esto vino por la intercesión de María. El no oraba por Sí mismo, excepto para poder beber el cáliz lleno de sufrimiento y hacer la voluntad de Su Padre; pero Ella se mostró como madre, siguiéndole con sus oraciones, ya que no podía ayudarle de otra manera. Ella, pues, envió este extraño a ayudarle. Fue Ella quien hizo ver a los soldados que habían sido demasiado feroces con El. Dulce Madre, haz lo mismo por nosotros. Ora siempre por nosotros, Santa Madre de Dios, ora por nosotros cualquiera sea nuestra cruz, mientras avanzamos por nuestro camino. Ruega por nosotros, y nos levantaremos nuevamente, aunque hallamos caído. Ruega por nosotros cuando nos llega el dolor, la ansiedad o la enfermedad. Ora por nosotros cuando estamos postrados bajo el poder de la tentación, y envíanos algún servidor tuyo a socorrernos. Y en el mundo venidero, si somos dignos de expiar nuestros pecados en la ígnea prisión, envía algún buen Ángel que nos de un momento de consuelo. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
V. Misericordia, Señor.
R. Misericordia
Que las almas de los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz
SEXTA ESTACION
Jesús y la Verónica
V. Te adoramos, Cristo. y te bendecimos
R. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Mientras Jesús sube trabajosamente hacia el monte, cubierto del sudor de la muerte, una mujer se abre camino entre el gentío, y enjuga Su rostro con un paño. En premio a su piedad la tela retiene la impresión del Sagrado Rostro.
El alivio que brindó la ternura de una Madre no es todo lo que Ella hizo. Sus ruegos enviaron a Verónica como lo habían hecho con Simón. Simón hizo el trabajo de un hombre, Verónica el de una mujer. La devota sierva de Jesús hizo lo que pudo. Como Magdalena había derramado el ungüento en la Fiesta, así ahora Verónica le ofreció este paño en Su Pasión. Y dijo, “¡Ah, si pudiera hacer algo más! ¿Por qué no tengo la fuerza de Simón para tomar parte en cargar la Cruz? Pero solamente los hombres pueden servir al Gran Sumo Sacerdote, ahora que está celebrando el solemne acto de sacrificio”. ¡Jesús!, déjanos a todos y cada uno ser Tus ministros de acuerdo a nuestros lugares y poderes. Y de la misma manera que Tu aceptaste el consuelo de Tus seguidores en Tu hora de desgracia, así también danos el sustento de Tu gracia cuando estemos duramente oprimidos por nuestro Enemigo. Siento que no puedo resistir la tentación, el cansancio, la desesperación y el pecado. Me digo a mi mismo, ¿cuál es el bien de ser religioso? Yo caeré, mi amado Salvador, ciertamente caeré, a menos que Tú renueves mi vigor como el del águila, e insufles vida en mí con la aplicación calmante y el contacto de los Santos Sacramentos que Tú has señalado.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
V. Misericordia, Señor.
R. Misericordia
Que las almas de los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz
SEPTIMA ESTACION
Jesús cae por segunda vez
V. Te adoramos, Cristo. y te bendecimos
R. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
El dolor de Sus heridas y la creciente pérdida de sangre a cada paso de Su camino, hacen fallar nuevamente Sus miembros y cae al suelo.
¿Qué ha hecho para merecer esto? El Mesías largamente esperado recibe esta recompensa de parte del Pueblo elegido, de los Hijos de Israel. Se qué responder. El cae por que yo he caído. He caído otra vez. Sé bien que sin Tu gracia, Señor, no puedo permanecer de pie, e imaginé que había permanecido estrechamente unido a Tus sacramentos. Pero a pesar de ir a Misa y cumplir con mis deberes, otra vez no estoy en gracia. Es porque he perdido mi espíritu de devoción y he llegado a Tus sagrados ritos de una manera fría, formal, sin afecto interior. He llegado a ser indiferente y tibio. Pensé que la batalla de la vida estaba ganada y me sentí seguro. No tuve una fe vívida y no vi las cosas espirituales. Vine a la iglesia por hábito y porque pensé que otros lo hacían. Debí ser una nueva creatura, vivir de la fe. la esperanza y la caridad, pero pensé más en este mundo que en el venidero. Y finalmente, olvidé que era un servidor de Dios y seguí el ancho camino que lleva a la destrucción, no la senda angosta que lleva a la vida. Y así caí y me aparté de Tí.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
V. Misericordia, Señor.
R. Misericordia
Que las almas de los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz
OCTAVA ESTACION
Jesús conforta a las mujeres de Jerusalén
V. Te adoramos, Cristo. y te bendecimos
R. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
A la vista de los sufrimientos de Jesús, las Santas Mujeres están tan conmovidas y apesadumbradas que lloran y se lamentan por El, sin importarles lo que pudiera ocurrirles por hacerlo. Jesús, dándose vuelta, les dijo: “Hijas de Jerusalén, no lloréis por Mi, llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos”.
¡Señor, puede que resulte ser yo uno de aquellos hijos llenos de pecado por quienes Tu pediste a sus madres que lloraran. “No lloréis por Mí -dijo- porque Yo soy el Cordero de Dios, y por Mi propia voluntad estoy haciendo expiación por los pecados del mundo. Estoy sufriendo ahora, pero triunfaré, y cuando haya triunfado, aquellas almas por las cuales estoy muriendo, o bien serán mis más queridos amigos, o bien mis más mortales enemigos”. ¿Es esto posible? Señor mío, ¿puedo comprender el terrible pensamiento de que Tú realmente lloraste por mí, como lloraste por Jerusalén? ¿Es posible que yo sea uno de los réprobos, de que no vaya a ganar sino a perder con Tu pasión y muerte? No te apartes de mí. Estoy en un camino muy malo. Hay mucho de malo en mí. Tengo tan poca seriedad y bravura de espíritu para oponerme a ese mal. Señor, ¿qué será de mí? Es tan difícil echar el Espíritu Malo de mi corazón. Tú sólo puedes eficazmente arrojarle fuera.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
V. Misericordia, Señor.
R. Misericordia
Que las almas de los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz
NOVENA ESTACION
Jesús cae, nuevamente, por tercera vez
V. Te adoramos, Cristo. y te bendecimos
R. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Ahora, Jesús había casi alcanzado la cima del Calvario, pero antes de haber llegado al verdadero lugar donde sería crucificado, cae nuevamente y es otra vez arrastrado y provocado por la brutal soldadesca a seguir adelante.
En la Sagrada Escritura se nos relatan tres caídas de Satanás, el Mal Espíritu. La primera fue en el principio, la segunda cuando fueron predicados al mundo el Evangelio y el Reino de los Cielos, y la tercera será al fin del mundo. La primera la relata San Juan Evangelista, que dice: “Hubo una gran batalla en el cielo. Miguel y sus ángeles lucharon con el dragón. y el dragón luchó con sus ángeles. Y ellos no prevalecieron, ni fue encontrado su lugar nunca más en el cielo. Y el gran dragón fue arrojado, la serpiente antigua. que es llamada el diablo y Satanás”. De la segunda venida en el tiempo del Evangelio, nos habla Nuestro Señor diciendo: “Vi a Satanás como un rayo caer del cielo”. Y de la tercera la relata el mismo San Juan: “Vino desde Dios un fuego que cayó del cielo. ..y el demonio.. .fue arrojado en el lago de fuego y azufre”.
Estas tres caídas, la pasada. la presente y la futura, las tenía en Su mente el Espíritu Malo cuando movió a Judas para que traicionara a Nuestro Señor. Esta fue ciertamente su hora. Nuestro Señor, cuando lo arrestaron, dijo a Sus enemigos: “Esta es vuestra hora y la del poder de las tinieblas”. Satanás supo que su tiempo era corto y pensó que debía usarlo con buen efecto. Algo ilusionado de que estuviera actuando de parte de la redención del mundo, que la pasión y muerte de Nuestro Señor iba a realizar, en venganza, y como triunfo, según pensaba, lo golpeó una vez, dos veces, tres veces, cada vez con mayor fuerza. El peso de la Cruz, la barbarie de los soldados y el gentío, fueron sólo sus instrumentos. Jesús, Unigénito Hijo de Dios, Verbo Encarnado, Te alabamos, Te adoramos y Te amamos por Tu Inefable condescendencia de permitirte caer por un tiempo en las manos y bajo el poder del Enemigo de Dios y del hombre, y salvarnos de ser sus siervos y compañeros por toda la eternidad.
O esta otra
Esta es la peor de las tres caídas. Sus fuerzas han fallado totalmente por un instante, un tiempo antes de que los bárbaros soldados puedan llevarle. ¡Ah!, fue la anticipación en El de lo que iba a ocurrirme a mí. Voy de mal en peor. El ve el final desde el principio. Estuvo pensando en mí durante todo el tiempo que se arrastraba hasta la cima del Calvario. Vio que yo caería nuevamente a pesar de todos los avisos y auxilios anteriores. Vio que me volvería seguro y confiado en mí mismo y que mi enemigo me acometería luego con alguna nueva tentación, a la que nunca hubiera pensado estar expuesto. Pensé que mi debilidad residía sólo en un flanco particular que yo conocía. Ni soñaba en ser débil en otro. Y por eso Satanás cayó sobre mi flanco desguarnecido, y tomó lo mejor de mí por causa de mi autoconfianza y autosatisfacción. Me faltaba humildad. Pensé que ningún daño podría sobrevenirme, que había sobrevivido al peligro de pecar. Pensé que era cosa fácil llegar al cielo, y no estuve vigilando. Era mi orgullo, y entonces caí por tercera vez.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
V. Misericordia, Señor.
R. Misericordia
Que las almas de los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz
DECIMA ESTACION
Jesús es desnudado y se le da a beber hiel
V. Te adoramos, Cristo. y te bendecimos
R. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Finalmente ha arribado al lugar del sacrificio, y ellos comienzan a prepararlo para la Cruz. Sus vestiduras son desgarradas de Su cuerpo ensangrentado, y El, el santo de los Santos, quedó expuesto a las fijas miradas de la multitud ordinaria y burlona.
Tú, que en Tu Pasión fuiste desnudado de todas Tus ropas, y levantado ante la curiosidad y la mofa del populacho, desnúdame de mí mismo aquí y ahora, para que en el ultimo día no me avergüence delante de los hombres y de los Ángeles. Tú soportaste la vergüenza en el Calvario para evitarme la vergüenza en el Juicio. Tú no tenias nada de que avergonzarte personalmente y la vergüenza que sentiste fue porque habías asumido la naturaleza del hombre. Cuando Te arrancaron Tus vestimentas, esos inocentes miembros Tuyos fueron objeto de humilde y amorosa adoración para los altísimos Serafines. Ellos permanecieron en derredor en silenciosa veneración, maravillados de Tu belleza, estremecidos de Tu infinito abatimiento. Pero yo, Señor, ¿cómo aparecería si Tú me sostuvieras en el futuro para ser mirado fijamente, desvestido de ese manto de gracia que es Tuyo, y visto en mi propia vida y naturaleza personal? Qué horrible soy en mí mismo, aun en mi mejor estado. Aun cuando soy purificado de mis pecados mortales, cuánta enfermedad y corrupción se ve en mis pecados veniales. ¿Cómo podré ser digno de la sociedad de los Ángeles, y de Tu presencia, hasta que Tú quemes esta lepra impura en el fuego del purgatorio?
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
V. Misericordia, Señor.
R. Misericordia
Que las almas de los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz
UNDECIMA ESTACION
Jesús es clavado en la Cruz
V. Te adoramos, Cristo. y te bendecimos
R. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
La Cruz es puesta sobre la tierra y Jesús extendido sobre ella, y luego, ladeándola pesadamente de aquí para allá, después de mucho esfuerzo, con un fuerte sacudón es puesta en el agujero preparado para recibirla. O, como otros piensan, es levantada y Jesús elevado y atado a ella. A medida que los salvajes ejecutores introducen los clavos, El se ofrece al Eterno Padre, como rescate para el mundo. Los golpes son hirientes, la sangre brota.
Sí, ellos levantaron en alto la Cruz, y pusieron una escalera contra ella, y habiéndole desnudado de Sus vestiduras, le hicieron subir. Agarrándose débilmente con Sus manos de las barras, Sus pies escalaron lentamente, inseguros, con mucho esfuerzo y resbalándose, sostenido de cada lado por los soldados, o habría caído. Cuando alcanzó la altura donde Sus sagrados pies debían estar, se dio vuelta con dulce modestia y gentileza hacia el fiero populacho y extendió Sus brazos como si fuera a abrazarlos. Luego puso el dorso de Sus manos apaciblemente contra el madero transversal, esperando a los ejecutores que vinieran a traspasar con sus agudos clavos y pesados martillos las palmas de Sus manos, y atarlas con seguridad al madero. Allí colgaba El, perplejidad para la multitud, terror de los espíritus del mal, pero admiración, veneración y aun gozo y adoración de los Santos Ángeles.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
V. Misericordia, Señor.
R. Misericordia
Que las almas de los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz
DUODECIMA ESTACION
Jesús muere en la Cruz
V. Te adoramos, Cristo. y te bendecimos
R. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Jesús estuvo crucificado por tres horas. Durante este tiempo oró por Sus verdugos, le prometió el Paraíso al ladrón penitente y encomendó a Su Bendita Madre al cuidado de San Juan. Luego todo estaba concluido e inclinando Su cabeza entregó Su Espíritu.
Lo peor ya pasó. El Santo está muerto y ha partido. El más delicado, el más afectuoso, el más santo de los hijos de los hombres se ha ido. Jesús está muerto, y con Su muerte mi pecado morirá. Declaro de una vez por todas, delante de los hombres y de los Ángeles, que el pecado no me dominará jamás. Esta Cuaresma me haré de Dios para siempre. La salvación de mi alma será mi primer negocio. Con la ayuda de Su gracia crearé en mí un profundo odio y dolor de mis pecados pasados. Trataré con fuerza de detestar el pecado, tanto como lo he amado. Me pongo en las manos de Dios, no a medias sino totalmente. Te prometo, Señor, con la ayuda de Tu gracia, mantenerme fuera del camino de la tentación, evitar las ocasiones de pecado, volver enseguida la espalda a la voz del Maligno, ser metódico en mis oraciones, y morir al pecado de tal modo que Tú no hayas muerto en vano en la Cruz por mí.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
V. Misericordia, Señor.
R. Misericordia
Que las almas de los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz
DECIMOTERCERA ESTACION
Jesús es bajado de la Cruz y puesto en el regazo de María
V. Te adoramos, Cristo. y te bendecimos
R. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
La multitud se ha ido a sus casas. El Calvario queda solitario y quieto, excepto por San Juan y las santas mujeres que están allí. Luego vienen José de Arimatea y Nicodemo, descuelgan de la Cruz el cuerpo de Jesús y lo ponen en los brazos de María.
María, finalmente tienes a tu Hijo. Ahora que Sus enemigos no pueden hacer más, con desprecio, te lo dejan. Cuando Sus inesperados amigos comienzan su difícil trabajo, tú miras con pensamientos inexpresables. Tu corazón es traspasado con la espada de la cual habló Simeón. Madre, estás llena de dolor, pero en tu pena hay un gozo aún mayor. El gozo expectante que te animó a estar de pie junto a El cuando pendía de la Cruz, es mucho mayor ahora que, sin desfallecimientos, sin estremecimiento, Lo recibes en tus brazos y sobre tu regazo. Estás ahora sumamente feliz de tenerlo, aunque no viene a ti como se había ido. Se fue de tu hogar, Madre de Dios, en la fuerza y belleza de Su humanidad, y vuelve a tí dislocado, hecho pedazos, magullado, muerto. Pero aun así, Bienaventurada Maria, eres más feliz en esta hora de pesar que en la fiesta de bodas, porque después El te dejaría, desde ahora, como el Salvador Resucitado, no se separará de ti nunca más.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
V. Misericordia, Señor.
R. Misericordia
Que las almas de los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz
DECIMOCUARTA ESTACION
Jesús es colocado en el sepulcro
V. Te adoramos, Cristo. y te bendecimos
R. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Pero por tres cortos días, por un día y medio, María tuvo que renunciar a El. No ha resucitado aún. Sus amigos y servidores lo toman de ella y lo colocan en una honorable sepultura. La cierran con seguridad hasta la hora de Su resurrección.
Amado Señor, reposa y duerme en paz en la calma del sepulcro por un breve tiempo, y luego despierta para el reinado eterno. Nosotros, como las mujeres piadosas. vigilaremos en torno a Ti, porque todo nuestro tesoro, toda nuestra vida, habita contigo. Y cuando llegue nuestro turno de morir, concédenos, dulce Señor, que podamos también dormir el sueño de los justos tranquilamente. Permítenos dormir pacíficamente el breve intervalo entre la muerte y la resurrección final. Guárdanos del enemigo, sálvanos del abismo. Haz que nuestros amigos nos recuerden y recen por nosotros, amado Señor. Haz que se celebren Misas por nosotros de modo que las penas del purgatorio, tan merecidas y por ello tan bienvenidas, puedan pasar sin tardanza. Danos allí momentos de refrigerio, envuélvenos con santos sueños y contemplaciones consoladoras, mientras tomamos fuerzas para ascender a los cielos. Y luego, haz que nuestro fiel Ángel de la Guarda nos ayude a subir la gloriosa escala que se extiende desde la tierra al cielo, y que Jacob contempló en la visión. Y cuando alcancemos las puertas eternas, permite que se abran ante nosotros con la música de los Ángeles, y haz que San Pedro nos reciba, y Nuestra Señora, la gloriosa Reina de los Santos, nos abrace y nos lleve a Ti, y a Tu Eterno Padre y Tu Espíritu Santo, Tres Personas, Un Solo Dios, para reinar con Ellos por los siglos de los siglos.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
V. Misericordia, Señor.
R. Misericordia
Que las almas de los fieles difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz
Oremos
Dios, que por la preciosa Sangre de Tu Unico Hijo has santificado el Estandarte de la Cruz, concédenos, Te pedimos, que quienes nos alegramos en la gloria de la misma Santa Cruz, podamos en todo tiempo y lugar gozar de Su protección, por el mismo Cristo, Nuestro Señor.
Terminar con un Padre Nuestro, Ave María y Gloria, por las intenciones del Sumo Pontífice.