Mi Señor y Salvador, sostenme en esa hora con los fuertes brazos de Tus sacramentos, y con la pura fragancia de Tus consuelos. Que las palabras de la absolución sean dichas para mí, que el santo óleo me marque y selle, que Tu propio Cuerpo sea mi alimento y Tu Sangre mi aspersión. Que mi dulce Madre, María, rece en voz baja sobre mí, que mi Ángel de la guarda me susurre la paz, y que mis gloriosos Santos…me sonrían. Que en todos ellos y a través de todos ellos, pueda recibir el don de la perseverancia final, y morir, como deseo vivir: en Tu fe, en Tu Iglesia, en Tu servicio, y en Tu amor. Amén.
UN CAMINO CORTO A LA PERFECCIÓN
Es el decir de santos varones, que si queremos ser perfectos, no tenemos otra cosa que hacer sino realizar bien las obligaciones ordinarias del día. Un camino corto a la perfección. Corto, no por ser fácil, sino por ser pertinente y comprensible. No hay caminos cortos...